- Por Marcelo Gutiérrez:
Abogado, analista en Desarrollo y Cooperación Internacional, Universidad de Chile
El conflicto abierto entre Israel e Irán marca un punto de tensión que, si bien se origina en Medio Oriente, proyecta efectos concretos en la economía y la estabilidad del mundo occidental. Más allá del evidente riesgo militar, lo que debe preocupar hoy a Europa, Estados Unidos y América Latina es la forma en que esta crisis puede alterar cadenas de suministro, mercados financieros y expectativas de crecimiento.
Durante años, la confrontación entre ambos países se mantuvo en el terreno de lo indirecto: ciberataques, sabotajes, enfrentamientos por terceros actores. Hoy, en cambio, nos enfrentamos a un conflicto directo, con ofensivas aéreas formales, amenazas cruzadas y un riesgo real de regionalización.
El frente energético: un problema inmediato
Una de las principales amenazas es el efecto sobre los mercados energéticos. Irán controla el Estrecho de Ormuz, paso obligado para cerca del 20 % del petróleo que consume el planeta. Cualquier bloqueo o alteración significativa en esa ruta —ya sea militar o por razones logísticas y de seguros— puede tener consecuencias directas sobre el precio del crudo, elevándolo a niveles que impacten en cascada al resto de la economía global.
Europa, que aún arrastra las consecuencias del shock energético derivado de la guerra en Ucrania, vería en este nuevo conflicto una presión inflacionaria renovada. América Latina, dependiente de importaciones energéticas o del precio internacional para su producción, también enfrentaría un escenario de volatilidad de costos, con impacto en transporte, alimentos e industria.
Inestabilidad financiera y deterioro de expectativas
Los mercados internacionales han mostrado una rápida reacción ante el conflicto. El aumento de la percepción de riesgo provoca una migración de capitales hacia activos refugio y una disminución en el apetito por inversiones en mercados emergentes. Esto puede traducirse en mayor presión cambiaria, encarecimiento del crédito externo y revisión de planes de inversión para el segundo semestre de 2025.
Los países latinoamericanos, particularmente aquellos con déficit estructurales o fuerte exposición a deuda externa, son especialmente vulnerables a este tipo de movimientos. A esto se suma la posibilidad de que el conflicto debilite el comercio internacional en sectores clave como tecnología, manufactura o agroindustria, debido a interrupciones logísticas o al aumento de costos.
El desafío político para las potencias
No debe subestimarse, además, el desafío que este conflicto representa para la arquitectura diplomática occidental. El consenso sobre cómo responder a Irán o hasta dónde respaldar a Israel no es homogéneo ni dentro de la Unión Europea ni entre Europa y Estados Unidos. Una mala gestión diplomática puede traducirse en debilitamiento institucional en los principales foros multilaterales y en pérdida de capacidad de respuesta coordinada frente a futuras crisis.
En paralelo, potencias como Rusia o China pueden utilizar esta fractura para ampliar su margen de maniobra en otros frentes: Ucrania, el Mar de China Meridional, el Indo-Pacífico.
Un conflicto lejano, pero consecuencias cercanas
Las guerras no solo se miden por su capacidad destructiva directa. También deben analizarse por su capacidad de alterar sistemas globales. El enfrentamiento entre Israel e Irán puede no involucrar directamente a Occidente en términos militares, pero ya está impactando en sus mercados, en sus precios, y en la confianza de sus consumidores y empresarios.
El foco debe estar puesto en prevenir la ampliación del conflicto, resguardar los canales de comercio energético y reforzar los mecanismos multilaterales de disuasión. La estabilidad global no está en juego por un misil, sino por la suma de señales que generan incertidumbre en un mundo ya tensionado por múltiples crisis.
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